Aftas y Fuegos Labiales: cómo diferenciarlos y qué significan para tu salud

Muchas personas han experimentado alguna vez una molestia repentina en la boca y, al comentarlo, han recibido la típica frase: “eso es un fuego”. Sin embargo, lo que popularmente se engloba bajo ese término puede corresponder a dos afecciones completamente distintas: las aftas y los fuegos labiales. Aunque sus síntomas pueden confundirse, cada uno tiene un origen diferente, aparece en zonas específicas y requiere cuidados particulares. Entender estas diferencias no solo ayuda a tratarlos mejor, sino también a evitar contagios o complicaciones innecesarias.

Las aftas, también llamadas úlceras aftosas, se presentan exclusivamente en el interior de la boca. Suelen aparecer en la cara interna de las mejillas, en la lengua o en la parte interna de los labios. Su origen no es contagioso y está vinculado con factores como el estrés, pequeños traumatismos —por ejemplo, morderse accidentalmente—, y deficiencias de vitaminas como B12, hierro o ácido fólico. También pueden asociarse a cambios hormonales. Estas lesiones se caracterizan por ser pequeñas, de color blanquecino o amarillento, con un borde rojizo que destaca alrededor. A pesar de su tamaño reducido, pueden resultar muy dolorosas: comer, hablar o incluso beber agua puede convertirse en una molestia constante mientras están presentes. Lo habitual es que desaparezcan por sí solas entre los siete y diez días, sin dejar secuelas.

En contraste, los fuegos labiales —conocidos médicamente como herpes labial— no aparecen dentro de la boca, sino en el borde del labio o alrededor de éste. Son lesiones causadas por el virus del herpes simple tipo 1 (VHS-1) y, a diferencia de las aftas, sí son contagiosas. Suelen iniciar con una sensación de hormigueo, comezón o ardor en la zona donde luego aparecerán pequeñas ampollas agrupadas. Estas ampollas pueden romperse con facilidad y formar costras mientras cicatrizan. Aunque suelen mejorar entre los diez y catorce días, el virus no desaparece del organismo: permanece en estado latente y puede activarse ante situaciones como el estrés, fiebre, exposición intensa al sol o bajas defensas. Por este motivo, los brotes pueden repetirse en diferentes momentos de la vida.

A pesar de que ambas condiciones afectan la zona bucal, sus comportamientos no se parecen y requieren cuidados específicos. En ningún caso es recomendable manipular las lesiones, reventarlas o intentar retirarlas con objetos, ya que esto puede agravar la irritación, favorecer infecciones secundarias o, en el caso del herpes, aumentar el riesgo de contagio. También es importante evitar compartir objetos de uso personal como cubiertos, toallas, maquillaje o bálsamos labiales, especialmente si hay presencia de ampollas activas.

Cuando las aftas aparecen con demasiada frecuencia, generan dolor intenso o tardan en cicatrizar, una evaluación médica puede ser útil para descartar deficiencias nutricionales u otras condiciones subyacentes. Del mismo modo, si los brotes de herpes labial son repetitivos o afectan la calidad de vida, un profesional puede recomendar tratamientos que ayuden a reducir la duración de los episodios y a controlar mejor las reactivaciones del virus.

Distinguir entre aftas y fuegos labiales permite comprender mejor qué está ocurriendo en el organismo y cómo actuar. Aunque ambas son comunes, conocer su origen, duración y señales de alerta ayuda a manejar cada una de forma adecuada. Si alguna vez creíste que eran lo mismo, entender estas diferencias puede hacer una gran diferencia en tu cuidado diario y en la prevención de contagios.