Anna Kournikova y su cuarto embarazo: entre críticas y la defensa de su vida privada

El reciente anuncio del cuarto embarazo de Anna Kournikova ha vuelto a despertar un intenso debate en redes sociales sobre sus decisiones personales, su carrera deportiva y el camino que eligió después de su retiro temprano del tenis. La exdeportista, pareja de Enrique Iglesias desde hace más de dos décadas, ha preferido mantener un bajo perfil mediático, centrando su vida en la familia, lo que para algunos es motivo de elogio y para otros de cuestionamiento.

Aunque la noticia generó numerosos mensajes de felicitación, no tardaron en aparecer comentarios críticos que revivieron viejas discusiones sobre su trayectoria. Muchos internautas recordaron su paso por el tenis profesional y lamentaron que una jugadora con tanto potencial decidiera dejar las canchas. Expresiones como “era una gran promesa y lo dejó todo” o “me habría gustado verla triunfar como una campeona” reflejan esa visión que aún persigue a Kournikova. Otros, en cambio, celebraron que priorice su bienestar y el de sus hijos por encima de las presiones externas.

Anna Kournikova, actualmente con 44 años, alcanzó logros significativos en su corta carrera: llegó a ocupar el puesto número 8 en el ranking de singles y el número 1 en dobles, destacándose junto a figuras como Martina Hingis, con quien ganó dos veces el Abierto de Australia. Su debut en Wimbledon 1997 fue histórico, al llegar a semifinales en su primera participación, lo que la convirtió rápidamente en un fenómeno mediático.

Más allá de los resultados deportivos, su imagen trascendió el mundo del tenis. Fue portada de revistas, nombrada en múltiples ocasiones como una de las mujeres más atractivas del deporte y su popularidad alcanzó dimensiones inesperadas, al punto de convertirse en un ícono cultural de finales de los noventa y comienzos de los 2000. Sin embargo, esa misma exposición mediática la colocó en el centro de un escrutinio constante que se sumaba a las exigencias físicas de la alta competencia.

La carrera de Kournikova estuvo marcada por lesiones recurrentes, especialmente en la espalda, que le impedían mantener la continuidad necesaria para consolidarse en el circuito. En 2003, con solo 21 años, tomó la decisión de retirarse de manera definitiva. En entrevistas posteriores reconoció que nunca planeó un retiro tan temprano, pero que las circunstancias físicas la obligaron a hacerlo. Años después, admitió que en casi todas las temporadas profesionales sufrió algún tipo de lesión que la alejaba de las canchas, lo que hizo imposible sostener una carrera al máximo nivel.

Tras su salida del tenis, Anna optó por una vida mucho más discreta. Se instaló en Miami junto a Enrique Iglesias, con quien inició una relación en 2001 después de conocerse durante la grabación del videoclip “Escape”. Desde entonces, la pareja ha formado una familia y mantenido su intimidad a salvo de los medios, compartiendo solo en contadas ocasiones aspectos de su vida personal.

Hoy, con el anuncio de un nuevo embarazo, resurgen los comentarios que intentan cuestionar sus elecciones. Algunos critican que no haya buscado un regreso al deporte o una carrera alternativa pública, mientras otros señalan que nunca se casó oficialmente con Enrique. Estas opiniones ponen de manifiesto una presión social que, en muchos casos, sigue recayendo especialmente sobre las mujeres: justificar cómo, cuándo y por qué toman determinadas decisiones sobre su vida personal.

Lejos de responder a esas voces, Anna Kournikova se mantiene firme en su elección de vivir bajo sus propias reglas. Su prioridad es la crianza de sus hijos, la estabilidad emocional y la privacidad que tanto le costó conseguir tras años de exposición mediática. Para ella, el éxito no se mide únicamente en trofeos, contratos o portadas, sino en la posibilidad de construir una vida plena en el ámbito que eligió.

El caso de la extenista rusa refleja un dilema que sigue vigente en la sociedad: ¿deben las figuras públicas rendir cuentas sobre cómo deciden su futuro? En tiempos donde la maternidad, la vida de pareja o la carrera profesional son constantemente objeto de juicio, la historia de Kournikova sirve como recordatorio de que el verdadero triunfo puede estar en la libertad de elegir y en la valentía de sostener esa decisión a pesar de las críticas.

En definitiva, el cuarto embarazo de Anna Kournikova no solo marca una nueva etapa en su vida familiar, sino que también reabre una conversación más amplia sobre el derecho de cada persona a definir su propio concepto de éxito, sin que este dependa de las expectativas ajenas.