Cómo manejar la relación con un ex que te hizo daño cuando hay hijos de por medio

Las separaciones nunca son fáciles, pero la situación se vuelve aún más compleja cuando la relación con la expareja estuvo marcada por momentos dolorosos y existen hijos en común. La crianza compartida implica contacto inevitable con la otra persona, incluso cuando lo ideal sería cortar todo vínculo. En estos casos, el desafío es aprender a establecer límites claros y a priorizar el bienestar emocional de los niños, por encima de los conflictos del pasado.

Lo primero que se debe entender es que el rol de padre o madre no se extingue con la ruptura. Más allá del daño vivido en la relación, la otra persona seguirá siendo parte de la vida de los hijos, y negarlo o intentar borrarlo solo podría generar mayor sufrimiento en los pequeños. Los especialistas en psicología infantil destacan que la clave está en separar la historia personal de la responsabilidad compartida como progenitores.

Una de las herramientas más importantes en estos casos es la comunicación asertiva. Esto significa hablar con el ex únicamente sobre temas relacionados con los hijos, evitando reproches, ironías o discusiones que reabran heridas. Mantener las conversaciones claras y enfocadas en lo práctico ayuda a reducir tensiones. Incluso, muchos padres eligen utilizar mensajes escritos o correos electrónicos para organizar horarios, actividades escolares o citas médicas, lo que permite dejar registro y minimizar el contacto directo.

Otro aspecto fundamental es establecer límites emocionales. Una persona que hizo daño en el pasado puede intentar manipular o revivir viejos patrones de control. Por eso, resulta esencial no entrar en juegos de poder ni permitir que el resentimiento afecte la crianza. Si la comunicación se vuelve tóxica, existen mediadores familiares o abogados que pueden intervenir para organizar la convivencia y garantizar que cada progenitor cumpla con sus responsabilidades.

El bienestar de los hijos debe ser siempre la prioridad. Los niños no deberían cargar con la tensión de los adultos ni ser utilizados como mensajeros entre sus padres. Evitar frases negativas sobre el ex delante de ellos es clave, ya que podrían sentirse culpables o forzados a tomar partido. Lo más sano es transmitirles la idea de que, aunque papá y mamá ya no estén juntos, ambos siguen presentes y los aman de manera incondicional.

También es recomendable que quien sufrió daño emocional busque apoyo psicológico o terapéutico. Afrontar encuentros frecuentes con un ex puede reabrir heridas y provocar ansiedad o tristeza. Un profesional de la salud mental puede brindar herramientas para manejar el estrés, fortalecer la autoestima y evitar que las emociones interfieran en la relación parental.

Cuando la herida de la relación aún está fresca, es común sentir frustración al tener que seguir en contacto con esa persona. Sin embargo, asumir que la convivencia como padres es inevitable puede ayudar a cambiar el enfoque: ya no se trata de revivir lo que pasó, sino de construir un presente más equilibrado para los hijos.

En algunos casos, los acuerdos legales de custodia y visitas ayudan a ordenar la dinámica. Cumplir con lo pactado evita discusiones innecesarias y brinda a los niños una sensación de estabilidad. No se trata de complacer al ex, sino de respetar un marco que asegure que los hijos tengan tiempo de calidad con ambos.

Con el paso del tiempo, la distancia emocional se vuelve más fácil de manejar. El dolor disminuye y, si se mantienen las reglas claras, la relación con el ex puede transformarse en un vínculo funcional, centrado exclusivamente en el papel compartido como padres. Esa madurez no solo favorece al adulto que sufrió, sino que da a los hijos el ejemplo de cómo afrontar conflictos con responsabilidad y respeto.

En conclusión, tratar a un ex que hizo daño cuando hay hijos de por medio es un proceso difícil, pero posible. Requiere establecer límites, mantener la comunicación centrada en lo esencial y buscar apoyo cuando sea necesario. Lo más importante es recordar que los niños no deben convertirse en víctimas de la ruptura. Proteger su estabilidad emocional es, sin duda, la mejor manera de cerrar heridas y mirar hacia adelante con serenidad.