¡Quiso canjear un jet de combate por botellas de Pepsi y llevó a la empresa a los tribunales!
Una de las historias más insólitas del mundo corporativo ocurrió en 1995, cuando un joven llamado John Leonard decidió enfrentarse legalmente a una de las empresas más grandes del planeta: PepsiCo. Todo comenzó como parte de una campaña publicitaria que buscaba superar a su eterno rival, Coca-Cola, en la batalla por conquistar al consumidor. Pero lo que parecía una broma comercial, se transformó en un caso judicial que hizo historia.
Durante los años 90, Pepsi lanzó una estrategia de marketing llamada «Pepsi Points», en la que los clientes acumulaban puntos por cada producto comprado. Estos puntos podían canjearse por premios, que iban desde simples gorras y camisetas hasta chaquetas de cuero. Pero fue un comercial televisivo el que provocó un giro inesperado: al final del anuncio, aparecía un adolescente aterrizando en su escuela a bordo de un jet de combate Harrier, con una leyenda que decía que se podía conseguir por 7 millones de puntos. La empresa lo presentó como un chiste… pero olvidó incluir una advertencia legal que lo dejara claro.
Fue entonces cuando John Leonard, un joven universitario con espíritu emprendedor, vio una oportunidad única. Convencido de que había una omisión legal importante, hizo cálculos y se dio cuenta de que conseguir el avión por 7 millones de puntos costaría cerca de 700 mil dólares, mucho menos que su valor real, estimado en más de 20 millones. Todo esto, gracias a una opción poco conocida del catálogo: se podían comprar puntos directamente por 10 centavos cada uno.
Con ese descubrimiento bajo el brazo, Leonard se acercó a su amigo Todd Hoffman, un inversionista con recursos suficientes para financiar el plan. Al principio, Hoffman dudó, pero finalmente firmó un cheque por el monto necesario y lo enviaron a Pepsi, exigiendo el jet Harrier prometido.
La respuesta de la empresa fue sorpresiva: devolvieron el cheque junto con unos cupones de cortesía y una carta sarcástica que no tomaba en serio el pedido. Leonard, lejos de rendirse, advirtió que tomaría acciones legales si no recibía el avión. Sin embargo, fue la propia Pepsi la que se adelantó y presentó una demanda preventiva en Nueva York, intentando frenar cualquier reclamo formal.
Durante el proceso judicial, Pepsi argumentó que ninguna persona razonable creería que se podía obtener un jet militar a través de una promoción. Incluso ofrecieron $750.000 para cerrar el caso de forma amistosa, pero Leonard rechazó la propuesta, confiado en que su interpretación de la campaña era válida.
El caso fue asignado a la jueza Kimba Wood, quien determinó que no habría juicio con jurado, lo cual representó un obstáculo para Leonard, que esperaba empatía popular frente al poder de una multinacional. Finalmente, la jueza falló a favor de Pepsi, asegurando que el anuncio no constituía una oferta legalmente vinculante, ya que “nadie en su sano juicio pensaría que una marca de refrescos regalaría un jet de combate”.
A pesar de perder el juicio, John Leonard quedó en la historia como el joven que desafió a una corporación gigante utilizando su ingenio, conocimientos legales y una gran dosis de audacia. El caso inspiró incluso un documental de Netflix titulado “Pepsi, ¿Dónde está mi jet?”, donde se explora a fondo este peculiar enfrentamiento.
Esta historia no solo demostró los límites del marketing exagerado, sino que también dejó una importante lección sobre la importancia de las letras pequeñas y la claridad en los mensajes publicitarios. Y aunque Leonard no se fue volando en un Harrier, sí logró algo que pocos consiguen: que todo el mundo hablara de él.